jueves, 13 de diciembre de 2007

Homenaje a los caídos en la Escuela Santa María Iquique

Andrés García U


A cien años de ocurrida esta tragedia, el registro histórico se niega a borrar estos hechos, no sólo por una suerte de cultura necrológica, sino porque todavía golpean al observar restos de campamentos que el viento día a día devora, tortas de ripiales testigos de un saqueo, y la asociación con la persistente y majadera presión de los nietos de políticos abogados de John Thomas North, que ahora se empeñan por desnacionalizar Codelco, para obtener alguna gratificación por los servicios de lobby. En lo personal mi memoria va recordando, siendo niño, relatos de la pampa y trozos del vibrante Canto a la Huelga (1): “canto a la tierra triste/ réproba tierra de maldición/ que de verdores jamás de viste/ ni en lo mas bello de la estación/ en donde las aves nunca gorjean/ en donde no crece la flor jamás,/ A donde riendo nunca serpea/ El arroyuelo libre y fugaz/ ”y otros fragmentos que salen del alma: “Año tras año por los salares/ Del desolado tamarugal/ Lento cruzando van por millares / Los tristes parias del capital /”, melodía que escuché a mi padre, ex -obrero salitrero, “carretero” a los 14 años.

Esta masacre, marca un hito en la historia del movimiento obrero, no porque haya sido la única masacre, ni tampoco la única donde los militares chilenos emplearon las armas en contra de un pueblo desarmado. La historia no oficial registra mas hechos vergonzosos, que hechos de gloria.
Con este episodio ha concluido una etapa en la organización de los trabajadores, que se inicia con el mutualismo, luego la mancomunal y las sociedades de resistencia, todas antesala del sindicalismo que toma consistencia bajo la lúcida conducción del Luis Emilio Recabarren. Hay una disciplinada organización y un documentado petitorio, que da sustento a la movilización obrera. Para la historia oficial, se trata de una efervescencia que hace surgir “la cuestión social”, es decir, la toma de conciencia de clase expresada en protesta por los trabajadores; es considerada más que como un producto de la lucha de clases, es asumida como un hecho policial y en consecuencia, era natural reprimirla para evitar los malos ejemplos.

El prólogo de los hechos, da cuenta de reuniones entre los representantes de los empresarios salitreros con del gobierno, que presidía Pedro Montt y Montt, alarmados por la paralización de las oficinas salitreras del Cantón de Iquique, que comprometía a cerca de 18 mil trabajadores. Este episodio pone en la mesa dos constantes en la actitud de los empresarios chilenos respecto de la organización de los trabajadores, en aquella oportunidad los empresarios amenazaron con retirar sus inversiones si el gobierno no ponía “orden” y naturalmente, el gobierno compró este chantage y en un “gesto patriótico” accedió al pliego patronal. Los burgueses criollos no han cambiado, ayer 4-12-07, en una cena de empresarios, su presidente Alfredo Ovalle, en tono amenazador dice: “no podemos seguir aceptando escándalos como Ferrocarriles del Estado o Chiledeportes ni políticas públicas mal diseñadas y tan deficientemente ejecutadas como el Transantiago” , recuérdese que tanto Ferrocarriles como el actual Chile Deportes fue saqueado por los mandatarios de la Junta Militar , mas adelante agrega:”Nos preocupa la violencia y la ideologizació n en algunos sectores del movimiento sindical, junto con la poca firmeza y a veces tardía respuesta del Gobierno” ( El Mercurio 5-12-07), quién lo dice es un minero de los que nunca habían ganado tanto y devuelto tan poco de los créditos que el Estado ha prodigado para un negocio donde por la materia prima (recurso minero) no se paga un solo peso, ¿ hay alguna tratativa con nostálgicos de la Dictadura , que pongan el piso a estas amenazas? La segunda, que una movilización de protesta por condiciones de vida inaceptables son un acto subversivo, que debe descalificarse y la organización para gestionar esta protesta, viene a ser un expediente sedicioso. En suma hay que condicionar la sindicalizació n y peor aún la negociación colectiva. Estas circunstancias ponen de manifiesto el subdesarrollo mental que cultiva la clase empresarial y por otro la codicia derivada de una cultura rentista que al parecer todavía no esta preparada para entrar a los mercados que le ha abierto la Concertación a través de los convenios comerciales, con USA, la Unión Europea , entre otros y particularmente con los países nórdicos, a quienes ven fascinados como países dignos de imitar.: Irlanda y Noruega, que precisamente, tienen el mas alto grado de presencia sindical y de participación de los trabajadores en la gestión económica de las empresas y además, estan sustentado por una efectiva intervención del Estado.

Volviendo al fondo del asunto, es preciso recordar que en esa época (1907), el Nitrato de Sodio (salitre) era el factor más dinámico de la economía, las faenas se extendían desde Pisagua hasta Taltal, una meseta de aprox. 1000 km de largo. Representaba para el erario nacional lo que hoy es el cobre. Chile era un país agrario y la explotación del salitre (uso como fertilizante y elemento activo en la fabricación de explosivos) proveía de recursos para equilibrar la balanza de pagos, cubría aproximadamente el 50% del presupuesto nacional, generaba un mercado para la producción agrícola y para la naciente industria manufacturera, pero compromete su destino como país, sujeto a los vaivenes del mercado internacional en la determinación del precio y de los volúmenes de producción, dejan al país a merced de los ritmos cíclicos de la economía mundial y particularmente atado al voluntarismo inglés, debido a que los salitrales de propiedad del Estado derivados de la guerra del pacifico, fueron desprendiéndose turbiamente en favor de inversionistas ingleses y en menor medida de alemanes; quedan en el país los sobornos y pingues propinas que suministran los compradores de propiedad salitral y son a estos subproductos a los que aspira la “clase empresarial chilena” cuando habla de privatizar Codelco, Enami, Enap.

La dependencia del mercado internacional y la introducción del papel moneda, abren el camino a la inflación que importa básicamente: depreciación del peso, pérdida del valor adquisitivo de las remuneraciones, alza del costo de la vida, etc. En la pérdida del padrón oro que estabilizaba el valor de la moneda, está la mano negra de los terratenientes abrumados por el peso de las hipotecas, que no solo se opusieron a la convertibilidad sino que intrigaron y llevaron a la guerra civil de 1891 y a conflictos fronterizos con Argentina 1898.

Este punto, la inflación monetaria, es uno de los factores del conflicto, explicado por Luis Emilio Recabarren, como sigue: “Estas operaciones de la baja del cambio que el sencillo pueblo, en su ignorancia, no comprende bien, importaron en aquella época algunos millones de beneficio, pues la diferencia o la baja del cambio significaba, término medio, una disminución de 3 pesos diarios, o sea 90 pesos mensuales , a cada trabajador. (Se entiende que esto ocurría al tipo de cambio de 1907 y 1908). Esta suma equivalía a 3.600.000 pesos mensuales de economía para los capitalistas, calculando 40.000 operarios y empleados. ¡De economía he dicho! Lo que en realidad era una verdadera usurpación realizada al juego del cambio internacional.”
“Avaluada en libras esterlinas esta usurpación, la suma mensual pasaba de 120.000 libras esterlinas.” A la disminución real del salario se agregaba otro expediente de expoliación al subir por la misma razón, el valor de los artículos de consumo que debían comprar en las pulperías (almacenes) de propiedad de los mismos empresarios salitreros. Este despojo está en el origen del conflicto y ante ello, los dirigentes sindicales plantearon a sus patrones un petitorio (2) cuyo punto básico era el cumplimiento de un convenio existente, por medio del cual los capitalistas se obligaban a elevar los salarios cuando el cambio internacional hubiere bajado de 14 peniques; peticiones que fueron rechazadas y ante la negativa se declaró la huelga primero en la Oficina San Lorenzo, luego se propagó por la pampa salitrera, abarcando a 30 Oficinas con cerca de 18.000 obreros. El 10 de diciembre se llevó a cabo una concentración en el alto de San Antonio donde se acordó marchar hacia Iquique “para solicitar, ¡ cándidos!, la mediación amistosa de las autoridades e influir mas de cerca entre los gerentes de las empresas para que atendieran tan justísimas aspiraciones.” Los trabajadores que llegaron al puerto fueron ubicados en el recinto de la Escuela Santa María y en las inmediaciones.

Es decir, la claridad y la justeza de las demandas hacia impensable la violencia. “Los obreros veían segura su victoria, porque estaban unidos, fraternalmente unidos, porque tenían la absoluta confianza de que el orden entre ellos sería inalterable, y porque el orden y la unión eran allí elementos seguros de triunfo”. Según describe Luis Vitale ( Interpretació n Marxista de la Historia de Chile Pag. 48) citando a varios testigos: “Se organizaron piquetes para evitar las provocaciones e impedir la venta y consumo de vino….Los lideres organizaron el abastecimiento racional y disciplinaron a la gente. Los comités de los obreros en huelga comenzaron a controlar la ciudad y a reglamentar el tránsito público”, es decir crearon un orden ejemplar. Frente a estos hechos la opinión generalizada en los medios burgueses queda reflejada en los párrafos de una conferencia dirigida a jóvenes conservadores por don Francisco Valdés Vergara, dice entre otras: “Algunos gremios de obreros, quejosos de su suerte, faltos de medios para mejorarla y de resignación para sufrirla, mal dirigidos por agitadores que los engañan para explotarlos, se han entregado a los peores abusos de la violencia y por violencia también han sido reprimidos”. Continúa con la misma elocuencia.”No puedo recordar sin tristeza aquella tragedia de Iquique que ahogó en un charco de sangre el levantamiento sedicioso de algunos miles de obreros. Esta muchedumbre se levantó amenazante contra el orden, contra los bienes y las personas, se negó a todo avenimiento inspirado por la justicia y hubo de ser sometida, para evitar mayores males, con el empleo severo de las armas que la patria entrega a los ciudadanos constituidos en ejército para que sean defensores del derecho común en el interior, y la honra y la integridad nacional, en caso de guerra externa”. Estas afirmaciones fueron enérgicamente refutadas por Don Luis E. Recabarren con la verdad y con el “parte de guerra” que al cabo de la jornada emitió el coronel Roberto Silva Renard.

Como se dice en un párrafo anterior, a mediados de Diciembre de 1907, se efectuó en Santiago un consejo de notables, con participación de representantes de todos los partidos burgueses para tratar lo referente a la huelga de Iquique, dicha reunión giró alrededor de la respuesta de los Industriales Salitreros, en la cual sostienen “que no podían acceder a las peticiones de los huelguistas y que si el gobierno no los amparaba, ellos preferían cerrar sus establecimientos y paralizar la producción de salitre”. Se concluye en dar el amparo solicitado por los empresarios y se dispone el regreso del Intendente Carlos Eastman junto al coronel Roberto Silva Renard, designado Jefe de Plaza, se presume que llevaba carta blanca para proceder. El Gobierno envió tropa militar y marinería; el Jefe de Plaza decretó estado de sitio el 20 de Diciembre y dio 24 horas de plazo para abandonar la Escuela Santa María, cumplido el plazo ¡ procedió! Con la brutalidad que el mismo describe. El conocimiento que la elite gobernante manejaba y el desprecio por los trabajadores explica la unánime aprobación de estos macabros sucesos, de ahí que el Gobierno, el Parlamento y la Prensa , guardaran silencio, algunos personeros justificaron públicamente la masacre. Mas aún, la prepotencia de los “civiles” queda de manifiesto en un telegrama donde el Ministro del Interior Rafael Sotomayor imparte ordenes al Intendente interino, Julio Guzmán García, fechado el 14 de Diciembre, que no deja dudas sobre el desprecio por los trabajadores , dice entre otras el telegrama: “En todos los casos debe prestar amparo personas y propiedades; debe primar sobre toda otra consideración la conveniencia manifiesta que conviene reprimir con firmeza al principio, sin esperar desórdenes tomen cuerpo. La fuerza pública debe hacerse respetar, cualquiera sea el sacrificio que le imponga” agrega “Para adoptar medidas preventivas como en estado de sitio. Avise inmediatamente oficinas prohibición gente bajar Iquique. Despache fuerza indispensable para impedir que lleguen, usando todos los medios para conseguirlo, Fuerzo pública debe hacer respetar orden cueste lo que cueste. Esmeralda va camino y se alista mas tropa”. El número de muertos nunca fue precisado, se estima entre 2000 y 2500 trabajadores.

La lectura del “parte de guerra”, produce indignación por la frialdad y cinismo del militar, que actuó sin ningún obstáculo, pasó por entre la muchedumbre; sin que nadie lo molestara llegó a la puerta de la escuela y llamó a los dirigentes, “Así que les comuniqué la orden de V.E., les rogué, mejor dicho, les supliqué con toda clase de razones evitasen al ejército y a la marina el uso de las armas” (3). Juzgue el lector la credibilidad, los hechos de todas maneras la dificultan. El poeta anónimo nos recuerda:”I en la misérrima caravana/ Al par que el hombre marchar se ve/ La amante esposa, la madre anciana,/ I el inocente niño también”/ “Sublimes víctimas que bajaron/ desde la pampa llenas de fé;/ I a su llegada lo que encontraron/ La ruin metralla tan sólo fue”.

Queda un silencio, y definitivamente no hay conformidad, no hay excusa para que todavía sigan vigentes las normas de la legislación del trabajo impuesta por la última dictadura militar, que eliminó conquistas dolorosamente obtenidas. Han transcurrido 17 años de vuelta a la democracia y no podemos explicar las limitaciones a la sindicalizació n, a la contratación colectiva, la interdicción a los trabajadores para que administren sus propios fondos previsionales. Se habla de equidad y se pretende sacar de la manga un “salario ético”, pero que lo pague el Estado, etc. Lo mínimo a lo cual se debe aspirar es a recuperar los derechos usurpados por la dictadura, a la participación de los trabajadores en la dirección de las empresas y a normas laborales equivalentes a las que existen en los países europeos y nórdicos, con los cuales, entre otros, se está comercializando, no hacerlo es exportar parte de la miseria con utilidades para los burgueses criollos. El recuerdo de los trabajadores masacrados deja también otro reto y es el de impedir que el cobre y el oro corran la suerte del salitre, que al cabo de un tiempo solo queden los socavones y enormes cráteres, se trata entonces de la segunda nacionalizació n del cobre y la primera del recurso aurífero.

Baldón eterno para la fiera
Masacradora sin compasión;
Queda manchada con sangre obrera
Como un estigma de maldición”